miércoles, 30 de marzo de 2011

ESPERPENTOS

Bueno, llevaba tiempo sin escribir por aquí; entre otros motivos por mala suerte con proyectos, y por otra parte porque los proyectos me han comido muchísimo tiempo. Y es que si uno tiene mil cosas entre manos, la perspectiva a largo plazo y la parte filosófica desaparecen de su vida. El plan es conseguir que cada semana vayan saliendo los objetivos propuestos, y que no se me desmonten mucho las cosas.
El caso es que por circunstancias ajenas a mi voluntad, me he visto metida en una serie de follones. Circunstancias ajenas a mi voluntad, y falta de respuesta en su momento. Me ha fastidiado tener que dar respuesta a estas alturas, y me imaginaba una contraofensiva por parte de la persona afectada mucho más dura de lo que tuve. En fin, a veces las personas nos sorprenden, y hasta nos dejan respirar en paz. Al menos de momento.
La cuestión es que no hay forma de liberarse de estas viejas relaciones, que llevo intentando quitarme de encima desde antes de comenzar este blog. Lo intento a las buenas, que a las bravas ya sé que puedo. Y poco a poco vas diciendo que andas mal, que no quieres quedar... Una persona me ha sorprendido, porque me ha dicho que si necesitaba algo, le avisase. Una frase dicha a tiempo te hace replantearte las cosas, y decides que esa persona sí se va a quedar dentro de tu círculo, aunque cueste. Ahora bien,el resto... En vez de simplemente manifestar solidaridad, han sido un come-come de cabeza constante. Un coñazo tras otro.
¿Y en qué consiste la amistad, aparte de apoyo mutuo y aguantarse los coñazos? ¿Qué es un amigo? Es una pregunta bastante buena... Supongo que en lineas generales un amigo es alguien que reúne los siguientes requisitos:

  • Confías en esa persona. El grado de confianza puede ser variable. Es decir, un amigo íntimo podrá saber mucho más sobre tí que un amigo digamos reciente; pero aunque el amigo reciente no sepa detalles muy personales, no por eso deja de ser depositario de cierta confianza.
  • Te aporta algo. Si una persona no te supone un aporte (léase como aporte consejo, crítica, solidaridad, compañía...), generalmente no será un amigo, sino un parásito. Nadie se mantiene neutral sin aportar y sin recibir en una relación prolongada.
  • Teneis puntos en común. Parece una obviedad, pero he visto relaciones que se han ido a freir monas con un cambio de las personas, que pasaron de ser unos juergas a serios trabajadores, y mandaron a su vieja cuadrilla a la porra. Obviamente ese cambio de actitud de ellos hizo que ya no hubiera nexo de unión.
  • Todo ello es recíproco. Obviamente, requisito final para que sea amistad. Si no, uno está parasitando a otro, o simplemente hay un tonto haciendo de payaso para otro.

Bueno, esta aclaración no tiene nada de especial. Incluso puede que sea muy subjetiva, y que algunas personas añadan cosas o quiten de lo que yo he dicho. Supongo que más añadir que eliminar, pero bueno. Tampoco es que yo me haya vuelto tan calculadora que ande analizando los pormenores de cada relación. Ni tengo tiempo, ni merece la pena, porque las mediciones de cómo están las cosas las da el tiempo. La amistad, como muchas cosas no se miden en segundos, sino en años. En segundos te puedes cargar el trabajo de años, pero no suele ser lo habitual. Y es precisamente esta cuestión del tiempo unida a cambios míos lo que me ha desmarcado de mi viejo círculo de amigos. Hace ya tiempo que no noto puntos en común con los amigos. Si, podemos hablar de varias cosas, pero creo que mi anterior blog, el diario de ligues marcó un antes y un después. Lo que empezó en forma de terapia jacarandosa, acabó haciéndome darme cuenta de que no siempre tenía razón, y que si recibí, también tomé. No sólo en cuestión de ligues, sino en muchas otras cosas. Y poco a poco he visto también algunas alteraciones que me han hecho valorar determinados aspectos que antes pasaban desapercibidos.
Es curioso, per siempre que reflexiono sobre la amistad me viene una frase a la cabeza, una frase que me dijo una amiga hace mucho tiempo (murió por sobredosis): "yo nunca he sentido vergüenza por un amigo." Y tenía razón. He tenido amigos que aparentemente eran impresentables, pero que si alguien me preguntaba por qué iba con semejante esperpento, tenía mil y un respuestas para callarle a ese maleducado que cuestionaba a mi amigo: es atento, me escucha, nos divertimos juntos, es buena persona... De hecho, mi amiga tenía mil y un defectos (y el de la droga era el que menos me preocupó) pero conmigo siempre fue un gran aporte, una gran compañía... Y un gran aporte para el pensamiento. Ayer cuando soportaba algunos amigos me di cuenta de que incluso en algún caso, me estaban avergonzando. No es que dé mucha importancia al aspecto físico, pero sí que creo que cuando dejas atrás los 20 años tienes salir presentable. Con más de 40 años, una de dos, o vienes con el mono de trabajar, en cuyo caso no sólo no tengo nada en contra, sino que me siento orgullosa de tener a mi lado a alguien guarrísimo, o acabas de pasar una enfermedad que casi te lleva al otro barrio. Si luces casposo, desgreñado, con olor corporal y de aliento... mmm... aparte de que pueda sentir vergüenza es que se me junta con asco. Obviamente no dudo de que la persona tenga cualidades. De hecho, en estos casos particulares sé que son buenas personas, pero aunque pudiera parecer suficiente, no me sirve. Me gusta que la gente esté limpia, y sonará a pijo y cursi, pero o cumplen o con mi amistad apenas pueden contar. O pueden, siempre y cuando entiendan que no saldré con ellos por mis zonas habituales. Cuando tenía 18 años recuerdo que me eché un amigo que vivía en la calle. Un pobre, vamos. Era un tipo simpático, y siempre guarrísimo. Nunca dije nada porque con 18 años tienes tendencia al extremismo, y yo no estaba en el del fanatismo de la limpieza. Además, generalmente nos movíamos por su zona, y hacíamos risas... Obviamente, la vida da vueltas, y el tipo en cuestión siguió viviendo en la calle y yo terminé la carrera universitaria. No son amigos que vayan a durar, simplemente durante unos meses el camino se junta, y compartes cosas. Pese a su guarrería, nunca me dio asco. Sabía que no tenía ducha instalada debajo del puente, y que cuando podía, se lavaba. Pero guarradas en gente con posibles, me pone enferma.
Otro de los casos a los que me enfrenté ayer fue el de la persona con verborrea que ya no aporta nada. Fue casi todo ello como un viaje al pasado... La persona que habla y habla, y sigue hablando... Y nada de lo que dice te interesa, te divierte, te aporta algo... En su día estas cosas sí me hubieran dicho mucho. Vuelo otra vez a otras épocas, en las que contar guarradas de tíos te divertía. Claro, con 20 años decir que le has visto el pito a Fulano porque pasabas junto a la puerta del baño de chicos y estaba entreabierta, pues tiene su gracia (¡snif! ¡Qué tiempos...!). Con 31 no. La verdad es que me da igual como tiene el pito Fulano, y francamente, mi capacidad de charla erótica se ha limitado a momentos muy concretos. Así que el que alguien me cuente como era su último ciberligue, pues me resulta aburrido, y poco me aporta. Si encima de seguir en esa linea, sólo me hablan de ligues y del trabajo, pues ya me muero. Las charlas laborales tienen una cosa que siempre me ha fascinado: el que habla rara vez tiene la culpa de lo que pasa; él es maravilloso, un profesional como la copa de un pino. Pero todos a su alrededor son unos inútiles impresentables. Ojo, en mis primeros trabajos yo entraba dentro de este esquema. Luego la experiencia de dice que un trabajo tiene por detrás a un grupo (a no ser que seas profe o trabajos individualistas) y que tienes que seguir al grupo, o todo se va al garete. Tu puedes tener tu sello personal, y opinar lo que quieras, faltaría más; pero hay unas reglas de juego. O las aceptas, o simplemente te sale una úlcera. Y según pasa más tiempo, empiezas a darte cuenta de que tu no eres el meor trabajador del universo; que hay cosas que tu haces que son criticables. En mi caso puede ser esa alternancia de dejadez y quisquillosismo que me convierten en una especie de bipolar. Nunca dejo nada sin hacer, pero depende del día, está rematado con esmero o con desidia. Bueno, el caso es que si has trabajado y tienes dos dedos de frente, sabes que no existe el currante 100% perfecto, que todos cometemos fallos, y que la frase "todos son unos inútiles menos yo" está tolerada durante el primer año de trabajo o los primeros trabajos. Luego es el propio tiempo el que te dice que todos somos humanos, y que todos tenemos nuestras cosas y nuestros días. Que por bueno que seas, tienes tus momentos.
Si en una charla juntamos estos dos temazos (hombres y trabajo) en su vertiente más infantil es sinónimo de que me aburro, o de que estoy escuchando a mi prima de 15 años. Si es mi prima, no sólo no me aburro, sino que escucho con interés, porque obviamente necesita contarlo, confía en mí, y puede que necesite una orientación. Si es una amistad, y la charla tiene tendencia a repetirse a lo largo de los días (un mal día o racha todos tenemos y no se tiene en cuenta), es señal de que la amistad ya no funciona. No hay puntos en común. Puedo orientar a alguien sobre tíos, trabajo, música, o lo que se me pregunte. Pero ni soy el oráculo de Delfos, ni me gusta tener que explicar a alguien ya entrado en años las reglas del juego de la vida. O aprender o te hostias. Como hemos hecho todos. A mi me costó dos trabajos aprender a desenvolverme con soltura en el mundo laboral (vamos, dos experiencias). Ahora ya voy con más callo, sé donde piso firme y donde me meto en aguas pantanosas. Con los tíos he sido siempre mucho más corta. Me ha costado innumerables experiencias desagradables darme cuenta de que estas cosas no se persiguen; surgen, y que uno aún poniendo de su parte, puede salir escaldado.
Hale, voy a ir resumiendo, que tengo cosas que hacer, y ya al haber soltado el lastre y ordenado ideas me encuentro mucho mejor. Digamos que al final lo que me ha decepcionado de mis amistades ha sido su falta de edad mental. Todo lo que he ido exponiendo son comportamientos de niños y adolescentes. No me lavo, soy la mejor del universo, hablo de Pepito que me gusta... ¿Y qué pasa ahora? Pues que a mi ya no me interesa hablar de Pepito, a no ser que me haga algo que no entienda en cuyo caso consultaré a una amiga y/o a mi madre/padre. Es decir, no voy a dar detalles de mi relación. Diré que con Pepito bien, gracias. Pero no contaré la marca de preservativos que usamos, ni siquiera si los usamos. Porque ni procede, ni es de la incumbencia de nadie excepto los interesados. Y así con el resto de temas. Los temas siempre son los mismos, lo que cambia con la edad (si es que madura) es el enfoque, y ahora no me interesa quejarme del imbécil de mi jefe. Coño, es mi jefe, y por agradable y majo que intente ser, el día que tiene que ejercer de jefe, será un imbécil que me machaque con mis fallos. O eso o le despiden a él por incompetente. Ya lo sé, y sólo le pido amabilidad. Y a mi trabajo lo dejo tranquilo, cuando he terminado con ello, se acabó, y hasta el siguiente día.
Al final es lo que he notado en general con los amigos. Se han quedado anclados. Yo tengo lo mío también, claro. Sigo con mi melenón hippy, tendencia a cutrismo en las vestimentas... Pero la melena o va bien limpita, o me la recojo en una trenza. Y las vestimentas cutres son para los domingos tarde, si es que estoy cansada. El resto de los días, visto con corrección. Ni me da por ponerme minifalda de quinceañera, ni por no lavarme (salvo los días que he estado con infección de garganta, pero porque no salía de la cama). La mini de quinceañera me hace parecer ridícula, y como diría mi madre "dar qué decir". Y el no lavarme... Obvio. Aunque charlo mucho sobre trabajo, creo que lo enfoco en diferentes ámbitos (dificultades, preocupaciones, el paro, elecciones...). De tíos hace tiempo que sólo hablo en clave de comedia, y como no busco nada serio con nadie, pues me limito a tomar un cacharro y a divertirme de charleta con la gente el viernes a la noche. Supongo que eso no me convierte en una persona especial, sino más bien normal del montón. Y esa es la clave, mientras sigo la corriente general de normal del montón, me encuentro comportamientos excéntricos que ya han llegado a un punto intolerable en amigos.
Y eso es un esperpento. A ver cómo me quito de encima a semejantes engendros humanos, con todo el respeto y el afecto. Por los viejos tiempos, porque también sin ellos yo no sería ahora lo que soy.