domingo, 11 de noviembre de 2012

La familia, esa gran amiga... ¿o enemiga?

El sábado fue uno de esos días en el que mil actividades me dejaron paralizada en el dinamismo. Estudiar, el catarro, unas clases por la mañana y una conferencia por la tarde hicieron que el cumpleaños de mi abuela pasara a un segundo plano, y de rebote la visita de parte de la familia.
Que nadie se lo tome como falta de interés. Mi abuela sabe que la quiero, ya que vivo con ella, y me imagino que mi familia será consciente de que he vuelto a estudiar, y tengo la cabeza puesta en otras cuestiones... ¿o no?
A la vuelta de mi conferencia vespertina (dos horas fabulosas sobre el funcionamiento del cerebro) me esperaba una confirmación de que no. Que no entienden que a mi edad haya dejado de trabajar para hacer un master, empezar una carrera nueva, y seguir con el doctorado. El comentario que recibió mi abuela fue que me animase a encontrar trabajo de una vez, y me dejase de estudiar, que ya soy muy mayor. La respuesta de mi abuela fue exactamente la misma que yo habría dado: que tenía cuatro años cotizados, que me daban un pequeño colchón de experiencia, que justificaba mis dos últimos años en el paro y el hecho de querer seguir estudiando. Y que si me surgía la necesidad de trabajar, tengo dos manos, y no se me caen los anillos por irme otra vez a seguridad, o tener que limitarme a fregar escaleras o recoger fardos en el puerto. No hizo mención alguna a que, si tanto les preocupaba mi futuro, ellos podían ayudarme, puesto que somos todos músicos, y podrían haberme ayudado a entrar como suplente en alguna orquesta, o hablar bien de mi como músico. Aunque me consta que ella lo piensa, y está muy dolida porque ellos en verano se han hinchado a tener conciertos a los que a mi ni siquiera me han invitado a intentarlo.
Como me decía mi novio por teléfono, "llévate bien con la familia, y evita los conflictos con ellos". Le doy la razón. Y como él mismo me dijo, al principio él se pensaba que simplemente era una especie de ni-ni, que me escudaba en el estudio para no trabajar y vivir del cuento. Luego de verme en mi ambiente y con mi familia, me lo confesó, diciéndome que se daba cuenta que realmente en casa apoyan mi vuelta a los estudios, y que no les molestaba que siguiera con los libros, en la esperanza de poder encontrar un trabajo mejor que escaleras, portero de discoteca o secretaria de algún incompetente. Con todo mi respeto hacia estas profesiones, necesarias para todos, pero que yo, si puedo evitarlo, no voy a realizar. Y todas ellas figuran en mi experiencia laboral ya, que conste, y con mucho orgullo de haberlas realizado.
La sensación de incomprensión ha durado hasta hoy y ahora, que estaba organizándome lo que tengo que hacer. Entre todas mis actividades y la forma de cuadrarlas hoy, la duda se ha instalado como una garrapata. Es verdad que ya soy algo mayorcita para dedicarme al estudio según quien lo mire, pero entre eso y quedarme mirando al vacío como me pasó a los 24 años durante cuatro años, creo que mi opción es la más razonable. Es molesto por mis amigas, que han solucionado la solución regalándome por mi cumpleaños una escapada a San Sebastián en caso de que no consiga ahorrar dinero para irme con ellas. Y es molesto por mil y una razones más. Tampoco veo que esté tan pasada de edad para una tesis doctoral. Casi diría que mis 33 años juegan a mi favor. He podido ver en el master algunas chicas con 28 años y la tesis terminada, que estaban más verdes que la bata de un cirujano para cualquier actividad. Creyéndose diosas por tener tesis doctoral, y con una experiencia laboral reducible a clases en la universidad como invitadas y algunas excavaciones arqueológicas, siempre dentro de las actividades universitarias, tenían una mezcla de zafiedad con cultura por verse superiores a los demás, que era vomitiva. Y desde luego, si la humildad no era su fuerte, tampoco lo era la realidad. Valorar la apariencia y el "yo soy mejor que tu" me indica la presencia de un cretino. Y ya estoy harta de cretinos incluyendo a los que pueda tener en la familia.
Supongo que mi criterio a la hora de abordar la situación que me toca es discutible. Estoy segura de que otras muchas personas tomarían otras opciones. Pero es curioso, cuando estaba de profesora por un año por una baja, la familia consideraba que me supravaloraban para ese trabajo, y que realmente mi sitio era una puerta de discoteca. Es muy bonito ver la vida ajena desde la cómoda posición de un sofá, con un puro y una copa de cognac, y especular sobre las capacidades de alguien para al final acabar diciendo que tiene que acabar realizando alguna tarea necesaria para la sociedad que no implique mucha responsabilidad, en donde se puedan aprovechar sus características más notables. Así, yo acabo de matón a sueldo, pero si yo me coloco en esa posición sofá-puro-cognac, el problema es que la familia que se ha permitido el juicio acaba tristemente dedicada a conejillos de indias de experimentos médicos, puesto que todos ellos siempre están enfermos de mil y una afecciones, teniendo unas capacidades de cognición bastaste limitadas que les impiden llegar a nada en esta vida, excepto en tareas que repiten mecánicamente, sin capacidad de aprender nada nuevo como he podido comprobar, y todavía más grave, sin capacidad de aportar nada nuevo.
¿Cruel, duro, insensible y despiadado mi comentario? Puede ser, pero ya me ha quedado claro que poco apoyo podré esperar por esa parte. No digo que no me merezca su desconfianza, pero lo que no me merezco es su desprecio, puesto que mientras ellos se sientan y disfrutan de una posición más o menos cómoda, yo no tengo casa propia, porque sigo con mis abuelos. Mientras ellos descansan, yo reparo la casa de mis abuelos. Mientras ellos viajan por ahí (y lo hacen cien veces más que yo), yo me quedo con mi familia para ayudar. Y mientras ellos me critican, sigo luchando por un futuro mejor, con el apoyo de mi familia. De la parte de mi familia que no me desprecia por mis errores pasados, sino que aprecia mis esfuerzos presentes por solventar esos errores pasados. Y ninguno de ellos, que dudan de mi tanto, dudó ni un segundo a la hora de pedirme una colaboración o una ayuda con determinados temas cuando me iba bien. Qué bonito es hacer leña del árbol caído, lástima que incluso estando caído, no se atrevan a acercarse al árbol, porque muerde, y tenga que ir a ver si a través de otros lo consiguen.