lunes, 29 de agosto de 2011

Miedos actuales...

Esta mañana he terminado de ver la película ¿Quién puede matar a un niño?. Es buena, y no digo nada nuevo con esto. Lo gracioso es que nunca la había visto. Recuerdo haber empezado con ella hace mucho tiempo, cuando el cine de terror era para mi el género por excelencia, y en casa nadie me decía nada. Eso chocaba mucho con el resto de críos, que nunca les dejaban ver pelis de terror, y se sorprendían de que en mi casa no dijeran ni papa si me pillaban viendo alguna burrada gore.
Y me he acordado de que cuando era muy cría, se me dijo que todo eran efectos especiales, mentiras variadas, y fantasías de mentes calenturientas, muy aptas para echarse unas risas. O para aterrorizarse si es que podías. Así que disfruté de algo atípico. Desde luego, si alguien quiere asustarme hace falta algo más que unos colmillos postizos o una careta de plástico. Tampoco me he vuelto gilipuertas del todo, ojo. Que ya sé que no es normal que un tipo se pasee con una máscara y un cuchillo, y si viera algo así, ya echo patas. Pero los miedos actuales, curiosamente no tienen generalmente nada que ver con figuras espectrales, zombis sedientos de casquería y sangre, o entes indefinibles.
Los miedos actuales tienen mucho más que ver con Psicosis, o con esta película... Gente con los tornillos descuajeringados, que les da por cometer burradas. Y aún así, tampoco tenemos muchos boletos de que nos toquen enfermos mentales en nuestro camino. Si eres mujer, alguno más por los maltratadores, pero no termino de ver que sean locos, más bien creo que hay una cuestión de educación por ahí detrás que les hace ser bestias. Y con esto no les justifico para nada, simplemente digo que en la agresión a cualquier otro ser vivo, sea hombre, mujer o bicho, en un altísimo porcentaje falla la educación del agresor y su capacidad de comunicarse. Aparte puede haber sádicos sueltos, personas con problemas mentales que salen a flote etc.
La película me ha llamado la atención porque comienza con una crónica de conflictos con imágenes de guerras, como si el darse de leches fuese consustancial al hombre. Y bueno, supongo que por eso no la vi cuando era cría. Obviamente aquello no empezaba con ficción, era real. Y eso fue suficiente como para acojonarme y convencerme de darle al stop del video y buscarme alguna otra cosa menos agresiva para mi niñez. Hubo alguna otra película con la que me pasó algo similar... Psicosis la tuve que ver con mi abuelo (y él encantado, claro); El resplandor me dejó con mal cuerpo (aunque puede que fuera el doblaje, claro), La naranja mecánica no la vi hasta muy mayor (aunque no me resultó excesiva), Atracción fatal todavía no la he visto...
Y es que, francamente, ver a una señora flotando con voz de ultratumba diciendo memeces no da miedo. A mi me da miedo el recaudador de impuestos (o el del frac, me la sopla), el tipo al que se le descuajeringan los tornillos de golpe y empieza a hacer cosas extrañas (desde las versiones radicales de agarrar escopeta y liarse a tiros, hasta las más suaves de mamarse a diario en un bar), el accidente de coche que ves y piensas "menos mal que paré a tomar ese café, podría haberme pasado a mi", me aterra pensar en una huelga salvaje de médicos, como la de controladores aéreos pero en sanidad... Muchas cosas sé que no van a pasar (pago mis impuestos, los médicos no son irresponsables, y el coche... bueno, ahí confío en mi buena suerte, he sobrevivido a unos cuantos accidentes) pero ahí andan, alrededor. Y sin embargo, seguimos con miedo de fantasmas y bobadas, pero nadie tiene miedo de cosas cotidianas. O si lo tienen, hacen el chorra integral. Mi amiga no cogía el coche porque le daba miedo. Como si el no usarlo te librase de un accidente, atropello... Mi madre cuando oye un ruido extraño por la noche, se esconde debajo de la sábana. Como si la sábana la convirtiera en invisible, o bien repeliese puñaladas y disparos. Cuando le dije eso, empezó a hacerme caso, y ahora viene a despertarme, y ya bajo yo a ver qué pasa, mientras ella se queda junto al teléfono.
Y es lo que he visto de alguna forma en la película. El final es bastante esclarecedor de lo atontados que andamos (y eso que la peli es vieja). Pero bueno, hecha la reflexión, diré lo mismo que decía Panorámix (también hacía cosas de críos en mi infancia): el verdadero valor consiste en controlar los miedos. Así que supongo que lo único que me pasa es que soy una versión 5.0 de los miedos. En vez de asombrarme del trueno y pensar en dioses, simplemente corro a un coche, que los neumáticos son excelentes aislantes.
Y ya vale de divagaciones matutinas. Porque, ¿saben qué se esconde detrás de esto? Pura vagancia, que no me apetece estudiar... :-)

viernes, 26 de agosto de 2011

Pon un blues en tu vida... (o lo que sea que te guste)

Siempre he sido pesimista, y eso es algo que sé que se puede cambiar. O más bien no, pero puedes aprender a desechar tus malas predicciones primeras y sustituirlas por otras más "alegres". Hace unos meses andaba dando tumbos, con la vida hecha unos zorros (léanse entradas anteriores, obviamente), y sin meta, sin nada de nada... No voy a decir que eso haya cambiado radicalmente (no lo ha hecho, sigo con más dudas existenciales que Hamlet en época de rebajas) pero tampoco me esperaba un cambio de humor y de todo tan radical.
¿Qué he hecho? Psché, simplemente pensar durante cinco minutos diarios lo que tengo que hacer por narices. Si, antes de irme a dormir. Je, ya lo sé, suena a receta barata de libro de autoayuda; de hecho, estoy segura de haber leído algo igualito en libros de autoayuda. Pero digamos que no le quita validez al tema: antes de irme al catre, en vez de darle vueltas a todos mis problemas y hacer de bicho agorero, me he dedicado a pensar lo que tengo que hacer al día siguiente. Oye, mano de santo. Me levanto mejor de lo que esperaba, aunque al principio andaba de mala leche por todo lo que detesto y me toca hacer. No se me van quedando cosas colgadas por ahí, cumplo objetivos y todo... Y hasta me las ingenio para estudiar idiomas, violín, leer y más cosas a lo largo del día.
Lo que sí diré es que como efecto secundario he visto que mucho de mi pesimismo se ha ido retrete abajo, como si alguien le hubiera dado a la cadena sin avisar. Y eso es lo que me sorprende. Porque no creo que nadie se sorprenda de una persona que dice dedicar sus últimos minutos del día a organizarse mentalmente para el siguiente, y que esa persona sea organizada. Elemental, mi querido Watson. Pero lo sorprendente es que eso te vuelva algo más optimista. Ya no me preocupan tanto las tonterías de las amigas que además van a ser un problema a la larga. Es gracioso, pero como tengo tantos problemas a corto plazo, las tonterías mentales del prójimo pasan a segundo plano, y sólo cuando ves venir realmente el follón, subes el nivel de alarma. Y mi nivel de alarma en algunos aspectos ha llegado al punto de "cuando detecte x comentario y/o en diciembre +/-, parada de pies a la chavala expeditiva".
Es decir, sé que se me avecina un problema con alguien. Y ese problema estallará (de estallar, claro. Hasta puedo tener suerte y que algún incauto cargue con esta pesada carga por mi) en diciembre a ojo de buen cubero como fecha aproximada, aunque puede que sea algo después o antes. Para cuando llegue, tengo ya mil respuestas preparadas. O sea, que el problema no existe ya, aunque estalle en su momento y tenga que ser desagradable. Ya sé que me tocará lidiar con ello, y no debo llevarme mal rato, porque es algo que la otra persona se lleva buscando con ganas todo este tiempo.
Así que, simplemente con una tontería gorda como pensar (eso sí, esforzándose en pensar en cosas determinadas, no divagaciones) ha conseguido que durante unos días me mejore el humor, y ahora pueda estar disfrutando de un delicioso jazz-blues, tecleando animadamente, y encima sin sentirme mal porque me quedan cosas por hacer. Bueno, me quedan muchas cosas por hacer, pero por una vez, y espero que sí sirva de precedente, sé que me queda tiempo para hacerlo y no voy ahogada con todo.
Así que, además de ponerme un blues, me voy a servir algo de beber, mientras medito brevemente qué quiero cenar... :-)

sábado, 20 de agosto de 2011

De regreso de otras mini-vacaciones

Ando ya de vuelta a casa, después de unos días disfrutando del norte. Un par de días, de visita a mi tío, que han cundido mucho. Estudiar no he estudiado una mierda. Pero según he vuelto, he seguido organizando papeles y archivos del ordenador. Como no me gusta que mi ordenador ande saturado de material cuando estudio (si trabajo, siempre hay sala de profesores y allí se puede hacer lo que se necesite), porque no voy a tener tiempo de organizarlo, y un fallo puede suponer, aparte de que un trabajo se me vaya a freír monas, que se me borren muchos archivos importantes.Así que hoy he andado organizando todo por carpetitas, y en cuanto pueda, todo a cd/dvd, con su titular, y a correr millas.

¿Y eso qué tiene que ver con mi nuevo rumbo? Bueno, es una de las cosas que debía hacer, organizarme. Parece que va saliendo. Pero me ha hecho más ilusión que me hayan llamado una amiga a contarme sus maravillosas vivencias cuando se mira el ombligo, y después de las risas iniciales (sofocadas, claro. No voy a ofenderla tan directamente), haya podido seguir a lo mío. Antes me descolocaba más con este tipo de comentarios, pero parece que, o las mini-vacaciones me han sentado bien, o simplemente voy haciendo callo ante las estupideces e insensateces que parece que debo oír con cierta frecuencia.
Antes me daba rabia este tipo de personas, ahora ya ni eso. Pena nunca me han dado. Pena me da una persona que nace con una enfermedad congénita y debe hacer frente a todo con ese lastre, pero no los que eligen voluntariamente lastrarse porque "es guay y snob". Ahora ya ni me dan rabia. Allá cuidados con lo que ellos eligen vivir. Personalmente, no me gusta pensarme en centro del universo, no me gustan las comparaciones gratuitas (aunque tenga que echar mano de ellas a veces), y creo que con la vida tan cortita que tenemos, no merece la pena desperdiciarla haciendo el vago y el "mangarrangas" los fines de semana y buscar atajos para ganar pasta y no dar un palo al agua. El que quiera vivir así, allá cuidados, pero a mi me gusta la actividad, tanto la mental como la física.
Espero que cuando me mude por estudios (quedan 11 días para la primera toma de contacto, y 29 para el comienzo) mi círculo de amistades se amplíe mucho, y que encima sean todos aficionados a la música, literatura, arte, y al buen jazz con una copa en la mano. :-) Soy siempre muy pesimista, pero el soñar es libre, y desde luego, por negativa que sea, no me gusta que eso afecte a mi imaginación.


martes, 16 de agosto de 2011

Papeleos y demás diversiones

Hoy ando con catarro, y sin ganas de nada. Supongo que se debe a la epidemia familiar que asola a todos los miembros de la familia, y a que ayer me dejé el pelo mojado toda la tarde-noche. Así que ando con una infusión calentita de hierbajos medicinales y medicinas. No tengo ganas que esto se me alargue, tengo que estudiar y hacer cosas. De hecho, ayer no salí de casa, y estuve preparando papeles que hoy he enviado. Algo que antes me alteraba muchísmo, pero que ahora, sin gustarme nada, empieza a volverse más racional. Escaneas, mandas copia, y dices que acabas de mandarlo todo por correo postal, que les llegará cuando correos determine. Se acabaron las colas, esperas, formularios...
Pero veo que pierdo el hilo, así que disfrutaré de una de zombis bajo una manta, caldito de pollo, y paz. No hay nada mejor que un día de descanso en la enfermedad.
Eso si, como siempre, viene puntual el latazo de catarro-dolor-chorrez cuando tienes cosas que hacer. Pero esta vez me ha pillado con los deberes hechos, y si hoy me quedo viendo películas de seres purulentos, no me entrará dolor de alma. Por fin, una vez gano yo. :-)

sábado, 13 de agosto de 2011

En busca de ese nuevo rumbo...

Ayer ya me quedé descolocada para todo el día, con la charla de mi vieja amiga. Ha sido como una terrible sombra que lleva molestándome desde entonces. No es que me haya quitado de hacer mis cosas (sigo entregada a estudios sesudos de lenguas folk que no sirven para maldita cosa), pero es como tener un pincho en el asiento: algo me hace revolver constantemente y no me deja estar cómodamente sentada.
Y sigo preguntándome cosas, a las que por ahí se encuentran explicaciones variopintas. Pero al final, de preguntarme qué son los conceptos abstractos como amistad, valor, inteligencia etc, paso a la pregunta final que me corroe: cómo se puede generar inteligencia y educación en el ser humano.
Que me siento fuera de la sociedad en la que me ha tocado vivir, ya lo he dicho unas cuantas veces. Pero los motivos creo que no los había dejado claros nunca, porque ni yo misma los veía. No encajo porque simplemente me veo rodeada de borregos sin capacidad crítica y sin personalidad. Viven porque les ha tocado vivir, y se conforman con muchas cosas.
Sin embargo, exigen cosas que a mi ni se me pasan por la pelota. Por ejemplo, exigen un coche cojonudo. Qué quieren que les cuente, es la menor de mis preocupaciones. Cuando mi micra palmó, me regalaron un C1 seminuevo (4000km) que me permite desplazarme y llevar mis bártulos. Si viviera en monte y llevara vida de lobo solitario, querría una ranchera fuerte, de poco consumo; pero es que vivo en plena ciudad. Y en plena ciudad un C1 es hasta un vehículo grande a la hora de aparcar. Etc, que podría poner todos los ejemplos de universo.
No digo que yo sea mejor ni peor persona que nadie, porque sería ser muy idiota andarse con comparativas que ni proceden, ni son dignas. Además, en la variedad está el gusto, hacen falta personas de todos los colores para poder ver el arco-iris humano. Lo que no entiendo es por qué empeñamos nuestros esfuerzos en volver ese arco-iris humano en un vulgar blanco y negro, despreciando todo aquello diferente y sobre todo, aquello que implique esfuerzo personal, constancia... Y beneficiamos a vagos, jetas y caraduras. ¿Qué es lo que hace falta para estimular al hombre? ¿Por qué nos emperramos en seguir viejos clichés y nos aferramos a la idea de "si esto funciona, ¿para qué arreglarlo?"? La idea no es mala, pero me gusta más esta otra: si esto funciona ¿por qué no estudiarlo más a fondo para mejorarlo?
Supongo que ya he dejado la pelota vagar demasiado rato por el mundo de mis ideas, y ahora toca seguir enfrentándose a cuestiones filológicas. Pero la pregunta es muy recurrente. Tanto, que me voy a plantear preguntárselo a uno de mis amigos que más respeto, aunque me pase media noche para ponerlo en un inglés decente y que no dé lugar a dudas.

viernes, 12 de agosto de 2011

Miedo

Esta mañana salía a dar un paseo y a hacer algunas cosas pendientes. Nada serio, pero quería ver si podía tener unos libros (la respuesta ha sido que no), coger el pan y estirar las pezuñas traseras, porque tengo que estudiar.
Ya a la vuelta me he encontrado con una vieja amiga a la que hacía años que no veía. Perdí el contacto entre otros motivos porque se fue fuera a estudiar. Y ahora ya ha vuelto. Nos hemos puesto al día, y me he quedado helada. No quiere ni oir hablar de trabajos fuera de la ciudad porque su novio es de aquí, no quiere trabajos en sitios a donde no llegue el metro porque aunque tiene carnet de conducir, le da miedo. Etc. Frente a eso, mi discurso era el contrario, y sólo hemos coincidido en la crítica a las personas "porculeras"; si, exacto, esas personas que te sacan de quicio y a la mínima te dan por el saco. No seré yo quien le reproche nada a la chavala, ella ha hecho su elección, y si está a gusto, adelante. Pero no deja de sorprenderme que alguien con estudios y capacidad decida limitarse por su pareja a un sitio, y no quiera probar suerte. Que tenga miedo de algo tan corriente como es conducir, o que el salir del país le resulte un disparate arriesgado.
De camino a casa, con mis dos libros comprados para descansar en lo que queda de verano (La batalla de Lepando y Pecios famosos) pesando en mis manos, me sentía como el viejo y solitario llanero de figura regordeta y melena grasienta al viento. Lo de grasienta porque me hace falta una ducha, que a mi el pelo se me ensucia rápido, y lo de figura regordeta porque es mi figura. Yo no digo que saliendo de tu casa tengas mejores cosas, simplemente digo que el anclarse a un sitio es un error, aunque vivas en New York entre las mejores personalidades. No creo que nadie con inquietudes culturales pueda sentirse cómodo atado a un lugar y a una persona. Recordaba el concepto de siervo de la gleba, adscritos in eternis a un lugar, atados a lo de siempre, y a llevar una puta vida miserable en la que sólo verían la posibilidad de casarse de forma endogámica con los cuatro vecinos cercanos, y eso si el señor te daba permiso.
Seguía caminando entre la brisa fresca (hoy no es día de calor), mientras pegaba una calada a mi cigarrillo pensativa, y le daba vueltas al tema. Tanto luchar para abolir sistemas de esclavitud y demás disparates, y luego te encuentras con personas que los quieren de forma voluntaria. Los abrazan encantados, como si eso fuera una liberación, puesto que mi opción (vamos, irme a estudiar fuera, y largarme a currar con el mejor postor que me salga) es difícil y arriesgada. Pero ole que tienes las ideas claras y valor, te dicen. ¿Qué puñetas de valor? La brisa intenta apagarme el cigarro, y me siento como si caminara por el poblado de Sin perdón; casi espero ver a Gene Hackman al doblar la esquina, pero sólo es el vecino calvito sacando de paseo a su perro. ¿Donde está mi valor, en pedir dinero a la familia para irme a ver si cazo un sueño, o en mandar a tomar por el saco a todos los "porculeros" que me cruzo? ¿Es ser valiente decir lo que se piensa? Mientras camino, intento averiguar dónde está ese valor que me han elogiado, pero no lo veo. Incluso me siento bastante jeta por tener que pedir pasta a la familia, cuando soy consciente de que podía haber ahorrado mucho y no lo he hecho.
Ya en la puerta de casa, agito la cabeza, como si echara las ideas fuera como un perro, y las he dejado vagando por ahí hasta ahora. Sigo sin ver valor ni nada en forma de actuar, salvo que soy un puto marciano para el sitio donde me he educado y he vivido siempre. Y ahora, con más dudas que nunca sobre a donde camino y qué hago, seguiré caminando y haciendo. ¿Saben por qué? Porque tengo miedo, un miedo espantoso: de anclarme a las pasiones, de dejarme llevar por la corriente, de conformarme con una bazofia caliente para comer, de que un tío sea mi único motivo para seguir adelante, de que la mediocridad se asiente en mi cerebro para nunca salir, de que pierda el interés en lo que me rodea... No soy valiente, soy igual que todo el mundo. Simplemente no permito que el miedo me domine, sino que busco usarlo como canal para seguir adelante.

martes, 9 de agosto de 2011

Traduciendo lo intraducible

Tengo por delante un año muy malo, y como anticipo, este verano (lo que queda) me lo he planteado como si me hubieran cateado todas las asignaturas del cole, y me toca quedarme en casa estudiando. Un plan antisocial, de esos que no me desagrada siempre que me quede un ratillo por ahí suelto para irme a pescar, nadar, bucear, o en el peor de los casos, tomarme una copa en casita oyendo música.
Así vienen dadas, y demás frases hechas, pero aquí estaba yo, estudiando, cuando el teléfono me saca de mis cuestiones lingüisticas (apasionantes, si. No vean qué diversión) para enfrentarme a realidades sociales. Realidades sociales que en lineas generales detesto, y que generalmente enfrento mejor desde la barrera. No me gusta poner a la gente en su sitio, y además, se me da mejor el análisis de la situación. La persona que me llamaba no me sorprende para nada, ya había llamado antes a la hora de comer, pero no había cogido el teléfono porque estaba comiendo y porque sabía que lo que me iba a contar no era un caso de vida o muerte. A mi nadie me llama con casos de vida o muerte ya. Hace tiempo que dejé claro que los detesto, y que realmente no puedo tampoco hacer nada en ellos, salvo dejar morir a la persona implicada.
El caso es que comienza a desgranar la siguiente situación, típica para cualquiera que tenga más de diez años: Persona X ha perdido la chaveta, se ha vuelto un incordio y no sé cómo quitármela de encima. Nos ha pasado a todos, en relaciones sentimentales, de amistad, familiares, laborales... Todos sabemos que la mejor forma de quitarse de encima al plomo de turno es mandarle de la peor manera posible al cuerno; siendo muy cruel además, porque de esa manera la persona podrá enfrentarse a sus peores demonios internos. Cualquier intento de suavizar el mensaje puede significar que la persona no haga acuse de recibo y/o que deje de darnos el coñazo, pero siga dándoselo al prójimo, con el agravante de que nos pondrá verdes cual hoja perejil de primavera subida.
A mi me lo han hecho en relaciones sentimentales, y he aprendido a no dar el coñazo. Y una vez me lo hicieron en relación de amistad. Vale, mensaje captado, agradeceré eternamente al chaval y a la chavala que lo hicieron la molestia de decirme exactamente lo que piensan, y se acabó el tema.
La gracia es que esa situación es exactamente la que he sostenido con la persona que me ha llamado, a la que no he mandado al cuerno por años de amistad, y porque aunque mi paciencia hace tiempo que rebasó todos los límites, también es cierto que no merece la pena decirla nada. Ir dando largas es bastante, que para algo en menos de un mes me mudo de ciudad por estudios. Y apagaré el teléfono, por cuestión de higiene mental mientras estudio y por imperativo en clase. Creo que eso último voy a empezar a hacerlo desde ya.
Le explico la situación: que da igual que le diga a la persona X que no quiere hablar con ella, seguirá llamando. Es lo mismo que le diga que está hasta las pelotas de ella, lo interpretará como que tiene un problema personal que le afecta al juicio y no tiene nada que ver con que sea una plasta. Y poco a poco le voy desgranando cada una de las estrategias implicadas en nuestra relación, desde la de "apago el teléfono", no cogerlo, hasta la de mandarla a paseo. Mi consejo final es que la mande a tomar por el culo de la peor manera posible, cosa que no va a hacer, porque ella es muy educada. Eso no es una ironía, es un hecho.
Y mientras traducía lo intraducible,y le explicaba otras cuestiones anejas al tema, me preguntaba por qué a veces tenemos tantos problemas para leer entre lineas. No el caso concreto este, que me da igual, sino ya aplicándome el cuento a mi misma. Lo fácil que es ver los toros desde la barrera y cómo torearlos, pero cómo cuando nos enfrentamos a las marejadas reales de la vida, nos "hacemos la picha un lío" con nuestras propias emociones, y no sabemos actuar en consecuencia. Y peor aun, muchas veces hacemos interpretaciones peregrinas de la realidad, lo que suele dar lugar a errores gordísimos.
Una hora después he colgado el teléfono, con la sensación de que debería empezar a cobrar por los consejos psicológicos y mis afirmaciones psiquiátricas de baratillo Freudiano (vamos, que leí algo de Freud allá cuando era más joven, no que soy psiquiatra). He retornado a las cuestiones filológicas con parsimonia pero firme en mi decisión, y cuando tenía todo acabado, sigue flotando en el aire la sensación de que pese a todo, las emociones son una forma de esclavitud mental. ¿No acabo de decirle a esta persona que mande al carajo a otra cuando es lo que yo debería hacer y no hago por los mismos motivos que ella alude? Las paradojas sociales son las que más me cabrean, y me libro de un buen rato de autoenfado y bronca personal porque yo tengo el eximente de que me voy de ciudad a estudiar, pero si no, sería como para correrme a boinazos, por imbécil.