viernes, 21 de octubre de 2011

Ponga un Mr. Bean en su vida. No se arrepentirá.

La vida depara curiosas sorpresas. Si. Yo hace un año y medio no me imaginaba cursando un máster, me imagino que nadie se imaginó de pequeño con el empleo actual, y supongo que mi gato se estará preguntando dónde puñetas estoy que no vuelvo.
Estas sorpresas, sean pequeñas o grandes, sean inesperadas o predecibles, nos dan alegría y nos animan a seguir. Al menos a mi que me gusta el cambio. Supongo que a otros se les hará cuesta arriba, claro. Pero son esos cambios, el conocer cosas nuevas, hacer cosas nuevas, o simplemente que te pasen cosas nuevas lo que nos da vida y animación.
¿Y qué pinta Mr. Bean aquí?
Bueno... Digamos que por circunstancias del guión que me ha tocado, he descubierto lo que es poner un Mr. Bean en tu vida. Mr. Bean es ese personaje callado que a todos nos hace gracia por sus gestos. Es ridículo, trasnochado, cerdo y guarro hasta el vómito, egoísta hasta que se le toca la fibra sensible... Es como yo, y como Usted, si es que hay alguien leyéndome. Si, en la intimidad, todos somos un poco Mr. Bean. A todos nos gusta meternos el dedo en la nariz explorando las cavernas insondables llenas de estalacticas y estalagmitas, buscando la sustancia pegajosa, pero sabemos que eso se hace en privado, con la ventana cerrada, la puerta chapada, y detrás de una cortina. Y estoy segura que todos en algún momento de nuestra vida hemos sentido la necesidad de hacer alguna que otra cosa "misterbiniana", si es que no la hemos hecho. Por ejemplo, guardar la pasta en el forro de la corbata (o en el sujetador en caso de mujeres, todo un clásico), o intoxicarnos en la sección de perfumería... No tiene nada de malo, incluso es divertido hacer el ganso a veces, y sano. Que deje un comentario el que nunca en su vida se haya puesto frente al espejo a examinarse con atención un grano o espinilla y no haya hecho el amago de reventárselo. Vamos...
Pero... ¿y si en vez de ser tu Mr. Bean en la intimidad, te toca a un ser "misterbiniano" al lado? Ay, es que eso es lo que yo he descubierto. El bueno de Mr. Bean tiene algo sublime, y es que no habla. Es silencioso, caricato mudo de las pequeñas miserias humanas. Pero... los personajes reales hablan. Hablan por los codos, como si les dieran cuerda, y todo lo que dicen sería digno de una película de los hermanos Marx, si no fuera por la gestualidad que les acompaña, y porque no es una película, es la puta realidad, tengo que empaparme de lo que cuenta el profesor, y me estoy poniendo frenética.
Pero si le toca en desgracia un personaje así, no se arrepentirá, doy fe. Lo primero que te llama la atención es la ropa. Tiene siempre un toque demodé que hace que pase inadvertido hasta que descubres que está dentro de tu círculo de personas. En este caso hablo del máster, pero daría igual que fuera en un concierto, en el tren, o donde sea. Descubres que hay algo en las señas de identidad del personaje que no termina de cuadrar. No parece peligroso, así que simplemente haces el cálculo mental de que por la mañana se levantó con prisas y no calculó que se ponía exactamente.
Luego descubres que se mueve. Hombre, yo también me muevo, y hasta las plantas se mueven. Pero es algo también atípico. Como el que va a un concierto de heavy y se pone a dar saltitos, o el que va a una discoteca y empieza a sufrir espasmos raros. Algo no cuadra.
Y finalmente llega la confirmación de tus sospechas: habla. Y habla por los codos. No para de contarte lo que a él le gusta, lo que hace, lo que deja de hacer... Todo ello basado en un egocentrismo que haría sonrojar a un giróstato. No es egoísta, porque tampoco da para eso. Tiene emociones, y si ve que hay alguien alrededor fastidiado se solidariza, pero digamos que como siempre va a lo suyo, parece egoísta. Y de repente se te pega, igual que Mr. Bean cuando pierde el billete del metro para pasar el control de salida. Y no calla. Te cuenta tooooodddddddaaaaaaa su vida, que se podría resumir en: "Yo. Mi experiencia de mi mismo. Cómo voy a seguir experimentándome a mi mismo."
Obviamente como no puedes huir (ya se sabe, clase recinto cerrado, necesito escuchar al profe, si es que este tipo calla y le deja contestar a las preguntas que le ha hecho), los dolores de cabeza empiezan a proliferar y intentas parar esa fuerza de la naturaleza humana desbordada por la presencia de otros que no reparan de la debida manera en su yo y lo que ello implica. O, las primeras veces, te quedas alucinada, con la boca abierta, incapaz de articular palabra. Y claro, te sorprende con "¡qué atenta eres! Ni pestañeas cuando te hablo. Eso me recuerda aquella vez que yo..."
Pero, sinceramente, ponga un Mr. Bean en su vida. No se arrepentirá. Descubrirá muchos vergonzosos puntos en común con él, que, si es inteligente intentará suprimir. Y si no lo es, copiará el sistema para amplificarlos. Descubrirá que todos somos un poco críos aunque nos la demos de serios, adultos y responsables. Y se sorprenderá al descubrir que a estas personas se les pueden dar responsabilidades. Puede que no le guste como las gestionan, o que le pongan nervioso, pero sorprendentemente, las llevarán a un puerto bastante aceptable y seguro.
Pero nunca olvide la caja de aspirinas. Esa viene a ser ya parte de su kit de supervivencia a partir del mismo momento en el que se cruce un Mr. Bean en su camino, porque los reales, desgraciadamente, hablan.

lunes, 3 de octubre de 2011

Finalmente ha empezado el máster. Andaba ya nerviosa, no veía la hora de empezar, y pese a que he tenido tiempo para prepararme, al final me ha pillado con todo descolocado. Si. Tengo la última maleta sin deshacer, tengo lenguas folk que estudiar, y música, y no he organizado todas las mierdas que me he traído conmigo... Además de dejarme alguna cosa olvidada en mi última escapada a casa por arreglar cosas.
Vamos, tengo un lío fenomenal, que es por mi culpa, claro. Podría ser peor, podría no haber solucionado mis cosas y encima tener este lío. Pero no me interesan las hipótesis, me interesa dejar todo esto terminado para mañana (vamos, que hoy toca zafarrancho de combate) y no tener ninguna cosa pululando por mi cerebro a modo de lamentación conocida...
Pero, como siempre digo (y eso me lo enseñó uno de mis profesores de la universidad), la vida es solucionar problemas. Lo que no sabía es que yo era tan condenadamente torpe, que me genero mil y un problemas. Supongo que será por la comodidad que siempre he tenido, y porque he perdido el callo de andar yo solita para todo. O no estoy acostumbrada a tener todo lo fundamental (me refiero a banco medico de cabecera, inspección de la guardia civil de armas, carnet de conducir, facturas...) a 400km y tener que apañarme a la lejanía, sin poder delegar en alguien, aunque sólo sea en el gato para que limpie el polvo mientras yo medito... En fin, no se puede delegar, y tendré que apañarme. Así que abandono el teclado, porque mientras estoy aquí, la maleta me está arañando el espíritu con su mera presencia, y amenaza con quedarse para siempre ahí arañando, si no levanto el culo de la silla y la deshago inmediatamente.