miércoles, 9 de noviembre de 2011

Con la que está cayendo...

En breve me pondré a preparar unas cosas que tengo pendientes para el máster, después del rato que tuve anoche de relax. Pero antes, no he podido dejar de pasarme por aquí a teclear unas impresiones que llevo arrastrando desde anoche a las 23:00 hasta ahora, que las pienso escribir y después dejar en la sección de "solo para momentos de quemaduras emocionales" que tengo.
En mi ingenuidad, que debe ser más infinita que la estupidez mundial y bastante similar a ésta, pensaba yo que con la que está cayendo la gente era mucho más efectiva en su trabajo. Por no perderlo y esas cosas, y porque nunca se sabe con quien estás hablando, y puede que dé mala información tuya si no eres un poco atento. No confundamos, no digo que se desvivan por ti, pero cuando trabajé de cara al público (secretaria, profa y segurata) procuraba ser bastante amable con las peticiones que se me hacían. Es mi forma de ser, y aparte de eso, me gusta pensar que todo el mundo haría lo mismo que yo. Quid pro quo y todas esas cosas bonitas. Así, cuando se me pedía información, ayuda o lo que fuera, intentaba hacer las cosas lo mejor que podía dentro de mis escasos márgenes. Recuerdo haber pasado un mal rato con un chico que quería cobrar la pasta que había ganado al momento, y haber tenido que dársela a medias con una azafata de nuestro bolsillo, y luego el chorreo que me cayó del jefe, porque decía que el tipo tenía que haber esperado. Si, me cayó, porque dije que la azafata simplemente copió lo que yo hice a regañadientes, cuando las dos lo hicimos de buena voluntad. Recuerdo haber dejado mi móvil a personas en el aparcamiento para que llamaran porque se habían quedado sin batería o no tenían teléfono (turistas) operativo, y encogerme de hombros cuando me llegaba la factura un poco más abultada de lo que debería a fin de mes. Mala suerte, espero que cuando yo tenga un problema haya gente así cerca que me pueda ayudar, y creo que con el ejemplo se puede lograr mucho. Y nunca olvidaré a aquella señora francesa con tres niños que se había perdido, los cuatro llorando de pura desesperación, a la que la dejé mi teléfono para que llamara a donde le diera la gana. Cuando finalmente pudo localizar a su marido, me dio un abrazo y dijo algo que entre sollozos juraría que era algo así como que nunca hubiera imaginado que en España los de seguridad fueran tan efectivos y educados. No sé, lo mismo me llamaba cabrona en francés, pero no creo que sea lo que se dice cuando se abraza a alguien, con muchos "mercis" y "mercis bocú" entre medias.
Es algo que sigo haciendo, y que haré, espero, hasta que palme. Entiendo que pocos somos autosuficientes, y que todos necesitamos ayuda en determinados momentos. Y es un comportamiento que he visto mucho en otros países. En La India me ayudaron en mil y una ocasiones, con una educación exquisita, nunca me quedé colgada. Y en EE.UU. igual. Me dejaban el teléfono en cualquier tienda (no había ya cabinas) y nunca miraron ni a dónde llamaba, ni aceptaron pago por la llamada, porque me ofrecí a pagarla. Nada. Me llevaron a los sitios sin preguntar nada, nadie creo que pensaba que era una jeta o alguien tocapelotas, simplemente me ayudaron en lo que pedí, como buenamente pudieron, y se acabó el problema.
Y no deja de sorprenderme lo que veo a mi alrededor, que es de vergüenza ajena rozando ya el esperpento. Con el máster, he tenido que llamar a un par de sitios a pedir información. No crean que estoy llamando para pedir el nº de cuenta bancaria o la tarjeta de crédito. Juro que ha sido pedir información, la que buenamente me puedan dar, sin querer molestar. Lo que tengan a mano y puedan enseñarme sin hacerles perder tiempo y sin causarles molestias. Cuando yo estaba de cara al público, una petición así a mi me suponía quitarme el ratito del café y de papar moscas para buscar algo para esa persona que necesitaba algunos datos. Generalmente en media hora tenía algo para mandarla, y siempre me dieron las gracias, me dijeron que tenían suficiente, y que agradecían la molestia. Pues me he encontrado que ahora todo el mundo me remite a internet o simplemente me dicen que tururú, que pido demasiado. No todo el mundo, gracias al cielo ha sido así. Pero a los dos organismos a los que he llamado solicitando información, eso es lo que me han contestado. Y no deja de sorprenderme, porque, con la que está cayendo de crisis, vete tu a saber si la señora que está al otro lado del teléfono/ordenador no tiene contactos y se queja de que no la han atendido correctamente, por poner un pensamiento egoísta pero inteligente. Y no se crean, que tengo mails que podrían dejar a cualquiera alucinado. Nada. Ni siquiera el más mínimo destello de "voy a hacer que muevo un dedo porsiaca". Ni siquiera eso.
Así que ando con un cabreo del quince, y hoy a poco más mando a paseo al italiano que me da la chapa para que le explique cómo se hace la colada. No lo he hecho, porque el chaval no habla bien español, anda perdido, y no tiene culpa de lo que me pase a mi.
Y me he acordado de un ex-jefe y cómo lo conocí. Era mi segundo día en seguridad. Me habían dicho que los coches que estuvieran mal aparcados había que retirarlos como sea, porque luego se formaban atascos y era mucho peor. Entonces vi un coche mal aparcado, un seat ibiza. Me acerqué y le dije al señor que iba dentro que lo moviera. El hombre me miró divertido y me dijo que no, que iba a hacer unas cosas y volvía en seguida. Se fue. Le dí cinco minutos de cortesía, y como no volvía, llamé a la policía para que vinieran con una grúa. Vino la poli etc. Al de media hora del incidente, me llaman por radio, que tengo que ir inmediatamente a gerencia, que el gerente ha dicho que quiere hablar conmigo. ¿El gerente, si llevo dos días? ¿Qué puñetas querrá de mi? Voy a gerencia, llamo a la puerta, me dicen pase y... ¡Tachan! El propietario del seat ibiza. En fin, pensé yo. Chorreo, broncazo, quizá me diga que le tengo que pagar la grúa, y despedida. Puse cara de impasible. Total, ya sabía lo que había hecho, y lo volvería a hacer. Que seas el dueño no te autoriza a saltarte las normas, y a ver cómo le digo yo a un tío que quite su coche si tengo uno aparcado más de media hora...
El hombre me felicitó, dijo que le gustaba la gente con ideas claras, y que, por favor, memorizase la matrícula y modelo de su coche para evitar problemas en el futuro. Durante los dos años que trabajé para él, nunca volvió a dejar el coche mal aparcado, y cuando me fui, me dijo que si volvía al paro, que le llamase, que intentaría ayudarme. No lo he hecho, y no lo voy a hacer. Pero me pareció un tipo correcto, que sabía apreciar a la gente que tenía delante. La gente decía que era raro y un metete, y llegó a despedir a compañeros por verlos sentados en un bolardo. Eso es lo que rumoreaban, aunque estoy segura de que algo más habría de fondo. Echo de menos a aquel jefe, y echo de menos una sociedad donde la gente no ande tan preocupada por cómo tocarse los huevos en el trabajo y sí ande preocupada por cómo cumplir con el expediente del día para llegar a casa y poder relajarse con familia/amigos/animales de compañía y dormir a pata suelta, porque saben que han hecho lo que debían, y que mañana será otro día. Caiga lo que caiga.

3 comentarios:

  1. Somos iguales en esto de estar siempre dispuestas a ayudar a desconocidos y hacer el trabajo lo mejor posible.
    Tuve problemas en el trabajo, precisamente, por ser más rápida y eficiente... ¡uf!
    Mis compañeros me cogieron manía y al final me lo soltaron: que ralentizáse el ritmo, que ibámos a cobrar lo mismo, igual si hacíamos dos que cuatro.
    Claro, ellos quedaban en evidencia. Panda de vagos.

    Lo de tu ex-jefe el segundo día en seguridad es muy bueno, ¡juas! Le diste una soberana lección.

    Pues mira, yo también alucino pepinillos en vinagre con la vagancia ahora, en tiempo de crisis galopante; tengo que insistir desesperada para que vengan a realizar reparaciones en casa. ¡Pero si están mano sobre mano cada vez que voy! Da igual el día o la hora, los trabajadores arrepantingados en una silla, rascándose los huevos y te dicen que ya vendrán, ya...

    ResponderEliminar
  2. Cada día lo alucino más... Es como estar drogada desde que me levanto hasta que me acuesto con las contestaciones que recibo. Menos mal que las compañeras son encantadoras y me ponen el freno, porque iba a dejar a House como un diplomático consumado con las contestaciones que tengo ganas de meter.

    ResponderEliminar
  3. No te cortes, ¡que no! Esto es el primer paso a una úlcera galopante, te lo aseguro.

    Gracias a mi fama de bestia salvaje no tengo que padecer estas cosas ;D

    ResponderEliminar