lunes, 13 de septiembre de 2010

ALLÁ VAMOS

Esta semana ha sido lo más parecido a un desastre con final feliz que he visto. Unos niveles de estrés brutales, una faena de las gordas que sale bien, un buen concierto al que asistí, y otro en el que toqué, una echada de cartas por una amiga que no fue patética como suelen ser, un sábado por la noche de copas desenfrenadas (y gracias a que estaba con una pareja, que si no hubiera sido mucho más bestial) y un domingo resacoso y anodino.

Conclusión: Pese a la parada en todos mis proyectos (y en algún caso retroceso), esto me ha servido para reafirmarme en el diablo cósmico cabronazo, reafirmarme en que estas cosas de cambiar son lentas y dolorosas, y tener que volver a echarle huevos al asunto. Así que, vuelta a empezar, que tampoco es un comienzo en el sentido estricto, porque lo que he hecho no se deshace en una semana.
Con ganas de retomar todo, mucho mejor y más animada y a seguir adelante.

2 comentarios:

  1. Esto está bien. Los parones son buenos si te dejan con ánimos para seguir con más fuerzas.

    No tenía idea de donde naciste y pasaste tu niñez. Espero que cuando vuelvas puedas ver cambios, ¡muchos cambios! ;D

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  2. Pasaba las vacaciones en Castelldefels, sitio del que ya sólo recuerdo algunas cosas de pasada, y la imagen indeleble de procesiones de Semana Santa, mientras estudiaba la dichosa armonía, que no iba a aprobar aquel año... Recuerdo la playa, el agua caliente... Son cosas lejanas, y algunas impresiones de la gente que conocí allí, muy lúcida, culta etc. La última vez que estuve sólo vi asnos en general (en particular conocí gente muy culta también, pero en porcentaje inverso a lo que yo recordaba) y un chauvinismo estúpido y deleznable que me dio asco y vergüenza ajena.
    Así que, por mucho que me guste Barcelona y Cataluña y sea siempre mi ciudad y región natal (y con ganas lo digo siempre, para asombro de todo el mundo) ha perdido el brillo que la caracterizaba, y no me quedan mas que sombras, a veces iluminadas con breves destellos de luces pasadas. Me da hasta miedo volver, la decepción puede ser tan grande y tan triste, que la próxima vez que me pregunten donde nací, me limite a decir: "a orillas del Mediterraneo, en una ciudad que ya no existe."

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