martes, 12 de abril de 2011

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

Ya, ya lo sé. No debería ver tanto cine, pero me gusta muchísimo. ¿Qué se ha llevado el viento esta vez? Pues se ha llevado mi nissan micra blanco. Mi gran juguete desde hace años, que me permitía moverme por toda la geografía. Siempre ha estado ahí, con nieve en el puerto de turno, durante varios trabajos, para todo. Justo este finde, se iba a convertir en mi vehículo para conciertos, y ha muerto el pobre. Se lo llevó el viento de la edad, del uso, y de dormir en la calle.
Supongo que andaré sin coche durante una temporada. No lo sé, ya se verá. Lo que sí se es que mi coche era un excelente compi. Las cosas no deberían insuflarnos sentimientos, ya lo sé. Y no son las cosas exactamente lo que me duele. Obviamente quedarme sin coche ahora, en paro a punto de terminar es de esas cosas que son malas. Es una faena gorda, pero bueno, si no hay dinero, pues no puedo hacer nada. No es eso lo que me duele. El dolor viene de una banda sonora de Morricone, paisaje, y ventanilla abierta, con el sol cayendo en el horizonte. O del olor de sal del mar, mientras observaba el amanecer con el culo apoyado en el capó, mientras una bandada de patos cruzaba el cielo. Por no hablar de una carretera de mierda llena de baches que pasé saltando, mientras evitaba pringar la tapicería de té con mi botella de viaje.
Los recuerdos son solitarios, y siempre iba en mi cochecito. Eso es lo que lo convierte en especial. Nunca volverá a haber un micra blanco en mi vida, de la misma forma que no volverá a hacer un amor  a los 15 años, ni un viaje gamberro, ni muchas otras cosas.
Casi marca el fin de una etapa, como si el pobre se hubiera dado cuenta que llevo tiempo buscando un nuevo rumbo y hubiera decidido quitarse de en medio, para dejar paso a otras cosas.  En mi micra fumaba alegremente, cargaba mil y un cosillas inútiles, y simplemente procuraba no manchar la tapicería. Esa etapa se cierra, y en el nuevo si es que lo hay, no fumaré (por higiene y porque luego no hay hijo de vecino que le quite el olor), evitaré comer en la medida de lo posible, y no podré oír mis cd´s de mp3 preparados ya de antes. Cada cambio de etapa lleva, como es lógico renunciar a ciertos placeres y la adquisición de nuevas costumbres. Y el coche se ha quitado él mismo de en medio, anunciando que ya va siendo hora de no andarme con medias tintas y que abandone el tabaco, los bocatas de carretera guarros, y demás gamberradas que solía hacer. Ahora toca tener los papeles en regla siempre, y en la guantera, no debajo de la arena del gato (es que el gato viaja conmigo, va en el asiento del copiloto, y se pone el cinturón de seguridad, además de tener wc instalado en el coche para emergencias), llevar las cosas que realmente son necesarias, y dejar de hacer el oso, por decirlo en plata.
Pero mientras dejo que el viento se lleve consigo o sólo mi coche, sino también mis vicios, esperaré la aparición de un nuevo amigo de viajes. Alguien que me lleve y me traiga, porque, por mucho que yo marque la velocidad y dirección, el que se mueve es el coche. Echaré de menos a la pulga blanca, como lo llamaba, pero supongo que se abre un nuevo horizonte. Y como siempre, el viento se lleva cosas, pero deja la promesa de nuevas oportunidades. Cada uno verá como las aprovecha, eso sí.

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